lunes, 14 de febrero de 2022

Queremos Conocerle A Él

Queremos Conocerle A Él.

 

Cuándo entregamos nuestra vida al Señor, hay diferentes escalones, diferentes niveles.

 

Cuando somos recién convertidos, buscamos las cosas del Señor como bebés.

Como dice la Palabra, como niños en la fe.

Y a medida que vamos creciendo, vamos buscando más profundidades del Señor.

Vamos conociendo que, ya no son los milagros los que buscamos, ya no solamente buscamos que el Señor puede hacer.

Ya no solamente buscamos conocer su poder, no solamente queremos conocer sus obras.

 

A medida que vamos creciendo en el Señor y madurando en Él, queremos conocerle a Él.

 

Ya nuestro interés no es por un ver con nuestros ojos obras y milagros, es por verlo a él.

De por conocerlo a él, conocer que él le agrada, conocer que él le gusta.

 

Sabemos si, que él hace milagros, que él tiene poder, que él es el proveedor, es nuestro sanador.

 

Pero, a medida que vamos creciendo en el Señor, que sea nuestro proveedor, sigue siendo. Que sean nuestro sanador, sigue sanando.

Pero llega un punto más allá del Señor que sana, del Señor que Es El Señor.

Del Señor que opera milagros, del Señor que es el Señor.

 

Empezamos buscando al Señor porque queremos que él haga una obra en nuestras vidas, que él traiga nuestros hijos de vuelta al camino del Señor.

 

Que él intervenga en nuestro matrimonio, en nuestra economía, en las cosas que nos ocurren diariamente.

 

Pero llega un punto en nuestra oración, a medida que vamos orando, puede ser en una oración, en un día que no levantemos orar, o puede ser en el camino, varios días, meses años, pero llegó un punto en que ya el Señor de los milagros lo conocemos, el Señor de poder lo conocemos.

 

Pero ya nos estamos buscando al Señor de milagros, al Señor de poder.

 

Ya nuestra vida no está detrás del Señor que hace, ahora nuestra vida está detrás del Señor que es el Señor.

 

Ahora queremos conocer a Dios, queremos entrar en su presencia, queremos que nuestra comunión sea con el Dios, que queremos que él viva en nuestro ser.

 

No sé con qué palabras explicarlo, pero alguien que escuche este video, me entenderá.

 

 

Hay momentos en mi oración que no quiero pedirle nada.

Solo le digo: Señor quiero conocerte a ti.

Señor no te vengo a pedir nada.

 

Tú me bendices, tú me das, pero no quiero nada, sólo te quiero a ti.

Quiero entrar en tu aposento, entrar en tu recámara secreta, estar contigo.

Sólo quiero que tú me abraces.

 

Señor quiero sentir tu respiración tan cerca de mí.

Quiero estar tan al lado tuyo, que el mundo entero pierde significado, sabor, esencia.

 

Porque todo lo que me importa es el Señor.

 

Momentos en la oración, donde sólo es Él y yo. Donde más nadie interviene, sólo él y yo.

Es una intimidad, es sólo Él y yo.

Es mi vida quebrada a sus pies.

 

En esos momentos me siento como aquella vasija de alabastro, que aquella mujer llevó ante el Señor y la rompió.

Y le dijo: Señor, lo que soy yo, solo sirve para romperlo, por qué no es lo que soy.

Es lo que eres tú, que tiene valor y significado en mi vida.

No importa lo que yo sea, no importa lo que yo tenga, en éste momento no importa nada, sólo importas tú en mi vida.

 

Es cuando todo pierde sentido, cuando hasta el carro, el dinero, la familia, cuando esta la familia pierde sentido.

 

Solamente importa él, es todo lo que me importa.

Momentos en la oración, donde sólo importa Él, solamente Él.

Él le da sentido a toda mi vida, él le da sentido a lo que soy.

Él le da sentido a lo que tengo, si algo puedo decir que tengo, porque delante de él nada soy, porque simplemente soy una vasija que fue rota.

 

Y una vasija rota, no tiene importancia, tiene importancia el perfume que emana, que está adentro de esa vasija rota.

Que sale cuando fue rota, y ese perfume es Él en mí.

 

Si no hay su perfume en mí, mi vasija solamente una vasija que sirve para echar a la basura.

El perfume dentro de mí es lo que me da valor.

 

Ese perfume adentro, en mi espíritu, en mi alma, es lo que me hace ser de mucho valor delante de él, es Él el perfume.

 

Es Jesús, mi perfume, que tiene valor.

Es Él, mi precioso Jesús, mi amado Jesús, es Él que le da valor a mi vida, y a tu vida da valor sí tú permites que él entre a tu corazón.

 

Si tú permites, él abre tu corazón y él entra a tu vida.

 

Espero haber sido de bendición.

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